Hay que ver las vueltas que da la vida, también el deporte. La crónica que para entonces escribió Miquelarena contenía frases que bien habrían servido para describir el chorreo de España a Italia en la final de la última Eurocopa. Aquel lejano abril, los Regueiro, Iraragorri y compañía se pasaron el partido en «una persecución estéril de la pelota, escamoteada una y mil veces por el bando puesto», «un constante tejer y destejer de pases italianos y un constante e inútil corretear de los nuestros». Recuerda a lo que pasó en Kiev, pero al revés. Con la única diferencia, sustancial, por otra parte, de que a España entonces no le cayeron cuatro chicharros. Algo tuvo que ver en eso el portero de entonces, un tal Ricardo Zamora.
Desde luego que las cosas han cambiado con respecto a 1931. Los Borbones volvieron al trono, ahora somos nosotros los que les bailamos a los italianos y hace ya casi medio siglo que España no juega en San Mamés. Una lástima, porque nunca en las seis ocasiones en que jugó allí cayó derrotada y porque, como reconoció Vittorio Pozzo, del cuerpo técnico italiano, el público de Bilbao fue «serio, leal, positivo e inteligente. Un público deportivo, en una palabra». Eso sí que no ha cambiado. Lo mejor del viejo San Mamés sigue estando en la grada. Estaría bien recuperarlo como el talismán que fue.
Fuente: ABC
No hay comentarios:
Publicar un comentario