Bajo el césped del nuevo San Mamés descansa un secreto. En el verano de 2013, durante uno de aquellos turnos estajanovistas de la obras del estadio, un obrero depositó en lo que iba a ser el centro del campo las cenizas de su suegro, que no era socio, pero sí un gran aficionado. Allí, como testigo, estaba otro operario, el calderero bilbaíno Ángel Guerra, que desveló esta escena nocturna, clandestina e íntima en el programa rafiofónico ‘El Larguero’, en la ‘Cadena Ser’. «El suegro de mi compañero era el que más lo merecía. Era un hombre muy cariñoso. Fue un acto muy bonito», recordó sin desvelar la identidad del hincha fallecido. «Eso queda para la familia, que ya para siempre, para todas las generaciones, sabrá que en San Mamés descansa uno de los suyos», declaró.
Cuando se distrajo el encargado de la UTE, los dos operarios cavaron un agujero para las cenizas
Pese a ser una ceremonia fúnebre, la escena de aquella noche relatada por Guerra tiene su punto de humor. El estadio estaba a medio hacer. El encargado de la Unión Temporal de Empresas (UTE) que controlaba el turno, «un sevillano, se durmió o se despistó». Guerra y su amigo aprovecharon el momento. Con una azada en la mano, se dirigieron a voces a dos operarios que, arriba, andaban metidos en la construcción de la cubierta del estadio. Querían calcular, más o menos, dónde iba a ir el centro del campo. Siguieron las instrucciones de los obreros instalados en la altura y atinaron. Aquí. Cavaron y depositaron las cenizas en aquel punto, con buena parte de las obras aún por terminar. «Todavía faltaba por echar el grijo para el drenaje. Ahora, con el agua filtrada, supongo que las cenizas estarán por todo el campo», dijo Guerra, que se enteró de las intenciones de su colega «diez minutos antes del acto». Era un secreto familiar.
«Fue la noche que menos trabajamos», confesó Guerra. Ahí afloraron las duras condiciones laborales de la construcción del nuevo San Mamés. «Bonito sí ha quedado, pero a qué precio. Nosotros cobramos muy poco. Estábamos muy mal pagados.
De Bilbao éramos cuatro. Los demás trabajadores no eran de aquí. Tres meses en el turno de noche y sólo un día libre», criticó. «A los encofradores les pagaban la hora a sólo 4,75 euros», puso como ejemplo. Por eso, a los jugadores del Athletic les pide que «suden la camiseta», que otros trabajan por «1.200 euros al mes, de siete de la mañana hasta las cinco de la tarde y, como hoy, sin parar ni para comer».
Tras la confesión radiofónica de Ángel Guerra se sabe ya que el nuevo San Mamés no duerme solo. Dos palmos bajo el césped descansa un hincha anónimo desde aquella noche de verano en que se distrajo el capataz de la UTE.
Fuente: El Correo
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