sábado, 21 de septiembre de 2013

San Mamés. Gestación en la trastienda

Lamikiz, el presidente que puso en marcha el proyecto, Urquijo, la creadora de la sociedad San Mamés Barria, y Macua, quien cerró la financiación y detalló las obras, repasan el origen del plan para levantar el coliseo rojiblanco



JAVIER ORTIZ DE LAZCANO

El primer presidente al que recuerdo hablar de un nuevo campo fue a (José Antonio) Eguidazu», máximo dirigente del Athletic entre 1973 y 1977. Fernando Lamikiz (al frente del club entre 2004 y 2006) mira hacia atrás. «Quería hacerlo en la campa de los ingleses», entre el Guggenheim y la ría. Eguidazu fue el primero que entendió que la entidad rojiblanca necesitaba un estadio nuevo, pero a la hora de elegir sitio para el Mundial"82 se optó por remodelar el viejo. José María Arrate (1994-2001) retomó la idea y la avanzó al colocar sobre la mesa dos maquetas, una de Norman Foster y otra de Santiago Calatrava.

Hubo un momento en el que apareció una compañía extranjera dispuesta a financiar la obra. Era la cervecera de Austin (Texas) Bats and Beers. Corría el año 1996. La firma estadounidense exigía que el coliseo se levantara en el centro de la ciudad, que fuera el primero de ese estilo en un radio de 300 kilómetros, la explotación comercial de los locales y tenerlo a su disposición durante cincuenta días al año sin interferir en la práctica deportiva. Como la primera de las condiciones no se cumplía (la zona de la actual plaza Euskadi que se planteó no les parecía lo suficientemente céntrica), la idea no prosperó.

Tras la muerte de Javier Uria (2001-03) cogió las riendas de la presidencia Ignacio Ugartetxe (2003-04). El incipiente proyecto estuvo a punto de irse a pique. El alcalde, Iñaki Azkuna, le ofreció llevar el campo a Zorrozaurre y le reservó una mancha que al empresario le pareció insuficiente. «Allí apenas se puede construir un campo para 28.000 espectadores». El primer edil replicó con un contundente «no parece que el señor Ugartetxe sea un diplomático de la alta escuela vienesa. Estas cosas se deben hablar en los despachos».

Lamikiz retomó el proyecto y alcanzó una alianza con José Luis Bilbao, clave para el proyecto, al que dio su impulso definitivo. El presidente, el diputado general y Azkuna comenzaron a reunirse en secreto. «Bilbao siempre apostó por el campo. El alcalde era más reticente y no lo veía tan claro», evoca Lamikiz. El desplazamiento de la Feria de Muestras a Barakaldo abrió una oportunidad en Basurto-Olabeaga. Sin haberlo anunciado, Juan Ignacio Pérez, entonces rector de la UPV, llama a Lamikiz. La Universidad quería trasladar una parte de su campo a esa zona de Bilbao. «Se encendieron todas las alarmas. Temíamos que la UPV dejara al Athletic sin sitio».

Vuelven las reuniones a tres bandas, esta vez con la institución académica, el Ayuntamiento y el club en la mesa. Se acuerda que hay sitio para todos. Hay que buscar la forma de distribuirlo. El 7 de septiembre de 2005 se citan en el restaurante Etxanobe José Luis Bilbao, Lamikiz y el diputado foral Iñaki Hidalgo. La conexión personal entre los dos primeros resuelve el puzle. En una servilleta de papel dibujan el reparto de espacio en la zona de Basurto-Olabeaga, un boceto de presupuesto y sus planes de financiación. «Venía de estar con Uli Hoeness, que me había enseñado el nuevo estadio del Bayern. No tengo yo la servilleta. Supongo que estará en poder de José Luis Bilbao. Pero si la miramos ahora, nos encontraremos con que el proyecto es prácticamente calcado a aquel».



«Mucha cocina»

En abril, Lamikiz y Azkuna comparecen ante los medios para presentar el acuerdo institucional por el que se reservaba un espacio para la construcción del nuevo campo en Basurto-San Mamés. Lamikiz arrincona a los arquitectos de prestigio mundial y entrega el proyecto a la ingeniería bilbaína IDOM. «César Azcárate y Fernando Querejeta se lo tomaron como un gran reto personal y se decidió que debía ser uno de los iconos del Bilbao moderno». El abogado perfiló el anteproyecto de San Mamés Barria, la sociedad que iba a levantar el estadio. La siguiente etapa era cumplimentar los trámites urbanísticos y concretar la financiación, pero una crisis de resultados y las pañoladas se lo llevaron por delante. Ana Urquijo, directiva con él, tomó el relevo.

La primera y hasta ahora única mujer en presidir la entidad se encontró con la necesidad de tejer un acuerdo político para financiar la nueva Catedral. «Lo esencial era crear la sociedad San Mamés Barria, el pilar sobre el que se sustenta el proyecto». Hubo «mucha cocina». La abogada recuerda las dudas de Azkuna. «El alcalde había cosas que no veía claras y que tenía que verlas muy claras para sumarse al proyecto». No lo hizo. Tampoco logró que entrara el Gobierno vasco, presidido entonces por Juan José Ibarretxe. «Me sorprendió su negativa. El argumento que emplearon ante nosotros es que se trataba de un club privado. Les insistimos en que se trataba del proyecto más importante del país en cinco años, en que el Athletic no es una empresa puntera a secas, que representa a Bizkaia y es una institución que lleva la imagen del país. Hablé del asunto con Ibarretxe, pero no era favorable».

Las dudas duraron poco entre el resto de socios del proyecto. Decidieron tirar hacia adelante. «Si el Ejecutivo aceptaba incorporarse después, como sucedió, debía alcanzarnos porque nosotros ya habíamos echado a andar». El 7 de marzo de 2007 se presentó el proyecto básico del nuevo estadio y se escenificó el acto de firma de la constitución de San Mamés Barria. «El mal rendimiento deportivo marcó mi presidencia. Pero ese día me emocioné muchísimo. Mi pensamiento fue que un club como el nuestro, en un mal momento, era capaz de unirse y sacar adelante un gran proyecto». Ya sólo necesitaba el "sí" de la asamblea de compromisarios, que logró el 23 de marzo de forma holgada (547 votos a favor, 134 en contra). «Había gente que veía dificultades para sacar adelante el plan en el Euskalduna, pero yo estaba tranquila. Lo veía claro. Estudié qué actitud tomar y decidí ser optimista ante la opinión pública. Era una forma de decir a todos que íbamos a aprovechar la gran oportunidad que suponía el momento».

Urquijo cedió el testigo a Fernando García Macua, presidente entre 2007 y 2011. El abogado dedica palabras de elogio a la labor de sus antecesores. «Habían hecho un gran trabajo. Nos dejaron una magnífica base». Macua se encontró con un anteproyecto de estadio, la tramitación urbanística a realizar y la necesidad de concebir la financiación. El abogado trabajó codo con codo en el proyecto con Juan Antonio Zárate, su hombre de confianza. Llegaron a Ibaigane con dos ideas que, a su juicio, debían prevalecer: la necesidad de redimensionar el proyecto para sacarlo adelante y conseguir que el Gobierno vasco y el Ayuntamiento entraran en San Mamés Barria.

«Una jibarización». Así define Macua lo que hicieron en su junta, que decidió reducir el aforo final a 53.500 espectadores. «Necesitábamos un planteamiento más racional». Las cifras de los estadios producen vértigo. Hasta los 55.000, el costo por butaca es de 3.000 euros. Aunque parezca increíble, el incremento del número de localidades no lo rebaja, sino que dispara muchísimo el coste de cada una. La explicación es que la estructura debe ser más poderosa y que hay que construir tres anillos para dar cabida a los asientos.

Quizá el momento esencial fue lograr que el Ayuntamiento y el Ejecutivo autónomo se sumaran por fin al acuerdo. «Fue un esfuerzo de crear cosas y generar consensos. Fue una labor oscura y callada que dio sus frutos. Había que dotar al proyecto de viabilidad. Lo racionalizamos hasta conseguirlo. Eso facilitó la implicación de las instituciones». Con los socialistas en Lakua, Macua comenzó las reuniones con personas del entorno del lehendakari Patxi López para conseguir que el Gobierno entrara en la sociedad que levantaría el estadio. «Por lealtad a mis interlocutores no puedo dar detalles, pero sí diré que nos entrevistamos en los sitios más variopintos con distintos colaboradores del lehendakari».

Finalmente, tanto el Ejecutivo, presionado por sus socios externos del Partido Popular, y la Corporación bilbaína se sumaron. «Cuando con el Consistorio encontramos la fórmula de que su aportación fuera que no cobraran tasas e impuestos (por un valor cercano a los 12 millones) el asunto se desatascó». Las dos instituciones exigieron que, a cambio, el solar contara con zonas de uso público. Llegó la hora de pasar las ideas al plano. Se les ofertó dar el nombre a una marca comercial, un modelo americano que se ha extendido hacia Europa. «Recibimos sondeos, pero una de las bases en la transición era que el espíritu del antiguo estadio vaya al nuevo, algo vital, y para conseguirlo la continuidad en el nombre era esencial».

Y, por fin, en mayo de 2010 comenzó la obra con el acto simbólico de la primera piedra.

- «El peor momento de mi presidencia», recuerda Macua.

- ¿Por qué?

- «Había trabajado en el discurso durante diez días. Quería que cada palabra estuviera medida. Entre los invitados estaban el lehendakari, el diputado general, el alcalde, el presidente de la Federación, el de la Liga... En Ibaigane, donde recibí a los invitados, di el discurso a una persona para que me lo guardara. Pero debía subir al atril y quien tenía los papeles no aparecía. Me tocó subir, y yo sin los folios. Tardaron cinco minutos en entregármelos. Fueron los minutos más terribles de mi presidencia. Me dediqué a dar salutaciones con lentitud a la espera de que llegara el texto. No me importa improvisar, pero en un acontecimiento de ese relieve cada palabra estaba medida para que todas las partes tuvieran su reconocimiento».

La primera piedra se colocó y el campo comenzó a levantarse. El Athletic ya tiene su nueva morada, un campo que comienza desde hoy a llenarse de historia.

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Fuente: El Correo

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