Juraría haber oído la llave en la cerradura, juraría haber escuchado cómo se cerraba por última vez la puerta de San Mamés; abro los ojos y la veo ahí, entreabierta, invitándome a pasar para volverlo a descubrir.
Empujo la puerta con timidez y enorme respeto, esa puerta que vio entrar tantas veces a Iribar a Rojo a Bata o Guerrero, mudo testigo de ilusiones y frustraciones, de alegrías y desencantos, y un inmenso olor a fútbol impregna nuestras venas; caminas con paso firme por sus galerías, junto a la talla del santo, como un día hizo Venancio o Churruca, por su sala de prensa, entre las fotos de los héroes que parecen estar haciéndonos un peculiar pasillo a este último recuerdo; los miras, les hablas y crees escuchar una muda respuesta a tus saludos; hola Chuchi, qué tal Julen, Javi; grande Rocky, Talín, Jabo, Manu.... historias de toda una vida. Al fondo la caja de música, el vestuario impenetrable, reducto de tantas emociones y sueños inacabados. Mira, me digo, allí debía cambiarse el gran Zarra, seguro que aquél era el rincón de Gorostiza y ésta la taquilla de Lezama; huele a linimento, al linimento de antaño, al césped de toda la vida.
La salida de la ¨caseta¨te lleva directamente al santuario; antes, una parada en la bocana donde te parece oír a Goico o Iriondo gritar ¡Vamoooos ! antes de la gran batalla, el sonido de los tacos de aluminio, el roce de las botas, los nervios propios del momento y ¡Allá vamos ! Primero con el pie izquierdo, como Dani o Argoitia, luego llegas al centro del campo y miras la grada entre el inmenso arco, y piensas; sólo hay un momento más impresionante que ver rugir un campo lleno y es el silencio del estadio vacío. Aquella era la banda de Piru Gaínza, seguro, éste el territorio de Arieta y aquél el de Argote o Sarabia. Y, mientras te acercas a la portería, a la casa de Iribar, de Carmelo o Zubi, notas que te están mirando desde arriba; sí, es él, el gran pistolero, el más rápido en desenfundar: Pichichi. Desde su atalaya es, ha sido y será el guardián del viejo San Mamés. Me acerco a su figura esculpida, pasando por la grada, aquí debía ponerse Jesús Arrizabalaga ¨El Txapela¨, desde este lugar es donde en los últimos 60 años gritaba ¡Garrote!
Y con ello me dirijo de nuevo hacia la entreabierta puerta, tras mirar de reojo la gabarra. Mientras apago la luz, pienso que el nuevo estadio será una maravilla, más bonito, más moderno y más cómodo, pero nunca será igual.
Recuerdo que alguien me dijo que al marchar echara la llave, quizá para evitar la huida de algún recuerdo, y eso hago tras el último paseo por el estadio. Al cerrar, juraría que la puerta está húmeda, pero no, porque las puertas no lloran ¿verdad ? No sé, son cosas mías.
Porque después de momentos magnificos, solo quedan recuerdos inolvidables; siempre pensé que sería muy difícil poner palabras al adiós de La Catedral; por eso decidí hacerlo entre sueños: Eskerrik asko San Mamés
Fuente: www.eldiariofenix.com/
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