sábado, 17 de diciembre de 2011

El eco de San Mamés

POR ÁNGEL LÓPEZ

AQUÍ está, esta es, la afición de San Mamés". Pocas veces un cántico tan simple emocionó tanto. Esa ha sido la seña de identidad de una grada que siempre se ha considerado diferente. Especial por dejarse hasta el último aliento en un desinteresado apoyo a los jugadores propios. Una parroquia entendida, desmarcada del resto de aficiones por actuar también como buenos anfitriones. Ha sido frecuente el reconocimiento de las virtudes del rival que rinde visita. Hasta aquí todo se ajusta a la definición simple de lo que por historia es la hinchada rojiblanca.

Tengo que confesarles mi preocupación por la pérdida de alguna de estas señas de identidad. Sospecho que algo está cambiando en la forma de entender el apoyo al Athletic. No es algo achacable a nadie, no se pueden buscar culpables con nombre y apellidos, me temo que va más allá y que tiene que ver con el cambio sociológico que está experimentando nuestra sociedad, una sociedad que normalmente agudiza sus defectos en el espejo del deporte, donde victorias y derrotas adquieren tintes mayúsculos, más de una vez distorsionados por las emociones.

Hagamos una definición genérica de lo que debería ser una afición ejemplar. La primera premisa, la que da razón a todo lo demás: el reconocimiento de que el fútbol no es nada sin esa legión de incondicionales que regalan cada domingo pasión gratuita en los estadios. La del River, la del Boca, la del Barça, la del Real Madrid. En Maracaná, en Anfield Road, en la Bombonera, en el Nou Camp, en el Ramón de Carranza, El Sadar, San Mamés o Garmendipe. Del You will never walk alone al manque pierda pasando por el beti zurekin. El fútbol no solo se mueve por el dinero, el poder o las copas de las vitrinas. Al fútbol lo mueves tú, tu bufanda, tus colores, tus cánticos, la fuerza que das a los jugadores para levantar partidos imposibles. Eso, aparentemente sencillo, es suficiente para alimentar un club y darle pervivencia.

La pertenencia a la estirpe es el auténtico motor. Pero cuando esa energía se orienta en otras direcciones o se difumina por el famoso "entorno", los futbolistas lo notan y la teórica fortaleza de la masa monocolor se torna en debilidad. De un tiempo a esta parte he detectado que las voces de La Catedral no son un todos a una. Han bajado los decibelios de garganta y se amplifica cada vez más la música de viento o, lo que es peor, el silencio.

En los medios, demasiado influenciados por los estereotipos, apelamos con frecuencia a ese intangible, a eso que creemos que nos diferencia del resto: un club señor, entendido, deportivo y que hace latir el estadio llevando en volandas al equipo. Ese es el ideario que se ha transmitido de generación en generación. Ese es el Athletic al que cantaban los Chimberos, el club que inspiró a Feliciano Beobide y que adaptó Carmelo Bernaola. Un Athletic campeón, acostumbrado a brindar títulos a sus seguidores.

Tengo que reconocer que hoy, sin premios tan notables y objetivos más modestos, la afición es más remolona. Le cuesta arrancarse en ovaciones para dar alas a los futbolistas. Resulta más fácil pitar que animar, el famoso runrún de San Mamés es una pose que flaco favor hace al equipo. Hace tiempo que se escucha en una grada en la que echamos de menos la creatividad. Aparte del mencionado aquí está,esta es, la afición de San Mamés, del oeoe, del que bote San Maméso del a por ellos, poca cosa más.

Indudablemente, el fútbol es un refugio para nuestros sentimientos. El cobijo de la masa permite desahogarse y cada uno elige liberarse de sus monstruos. No tengo autoridad para dar pautas de comportamiento, menos aun cuando recuerdo las estrofas que yo mismo regalaba a Paco Buyo, Carrasco, Míchel o Hugo Sánchez desde el cemento de general. Pero sí añoro como banda sonora de mis visitas a La Catedral en los 80, las ruidosas disputas por quién alcanzaba más decibelios. Herri Norte y Abertzale Sur pujaban por romper los tímpanos al personal y todos nos desgañitábamos en el empeño porque nadie quería ser etiquetado de silencioso.

Como nací bajo el signo de cáncer, tengo asumido un defecto de serie: mirar con demasiada nostalgia al pasado. No es impedimento para que reconozca que echar la vista atrás puede nublar un análisis objetivo de las experiencias presentes. Sin embargo, creo necesaria una seria reflexión en la grada. A veces no sabemos ni qué cantar. El eco no se puede limitar al uuuyy y al goool. El sentimiento Athleticexige mucho más que acudir al campo a sentarse y mirar. Pongámonos las pilas desde hoy mismo. ¡Que bote San Mamés! Por los viejos tiempos y por los que todavía están por venir.


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