lunes, 6 de junio de 2011

Shakira desata la locura en San Mamés...

No llenó, pero los 25.000 espectadores vibraron con la colombiana, que amplificó la pegada de todos sus éxitos 


Shakira ni miente con sus caderas ni engaña con su propuesta. Su batido energético latino podrá ser manufacturado con ayudas externas, pero lo defiende con una convicción, un carisma escénico y una profesionalidad incuestionables. Y el público, cómplice, se limita a disfrutar, como quedó claro en San Mamés, donde la colombiana estuvo lejos del lleno pero se llevó los puntos en toda regla.



La última de sus cinco citas españolas tuvo un ambiente de jolgorio. Hubo venta de palomitas a pie de campo y sesión de pachanga previa para calentar a unas 25.000 almas, entre las que había familias, despedidas soltera, alguna boda, celebridades locales, manadas de princesas del pueblo y beldades acompañadas por tipos displicentes que decían acudir «obligados» pero contentos.


Shakira provocó la fijación oral y sobre todo física y sensorial del personal con idéntica puesta en escena y menú que hace medio año en el BEC, aunque amplificado en sonido, escenario y coros generalizados por parte de la audiencia. La platea gigante vibró con el volumen brutal, aunque sin quebrarse, como pasó en Almería, donde la colombiana suspendió.


Con leves cambios en el inicio y el cuerpo central, el concierto del 'Waka Waka' comenzó con el 'Wegue Wegue', el bailable hit a ritmo de kuduro (culo-duro) y con un «Gabon Bilbao» que pareció escucharse entre la saturación de watios de la apertura. Impulsada con electricidad rockista por un tridente mixto de guitarras que tiraba de su cosmopolita e impecable banda, 'Shaki' subió la temperatura tirando de armónica en 'Te dejo Madrid'. Harta quizás de bromas futboleras, optó aquí por dedicar el tema «al equipo de baloncesto que pasó a la final. Muy merecido». «Bilbao, esta noche soy toda tuya», volvió a repetir antes de encadenar 'Si te vas' con 'Suerte', hit en el que, desde la pasarela central, invitó al escenario a cinco chicas de la zona vip. Desmintiendo la teoría de Óscar Terol sobre la cadera de los vascos y vascas, alguna de las elegidas imitó más que bien el meneo pélvico de la estrella.


Tras recordar sus inicios con su balada 'Inevitable', Shakira introdujo un primer remanso para el cambio de vestuario con la canción tradicional árabe 'El Nay A'atini Nay' y una dudosa versión de 'Nothing Else Matters' de Metallica, que sirvió para demostrar que su (buena) voz no es un milagro del 'autotune'. Su falda gipsy-fashion se movió con 'Gypsy', perfecto ejemplo de lo que cualquier guiri puede entender por flamenco.
La 'gitana de ciudad' derrotó entonces desde el rock latino agitanado hacia los ritmos latinos y urbanos con 'La Tortura'. A lo mejor por su nueva condición o por su público familiar, prescindió de un par de temas con carga sexual implícita ('Underneath your Clothes' y 'Rabiosa'), que cambió por el karaoke juguetón de 'Ciega, sordomuda' y 'Sale el sol'.


Tras una intro blusera, la Catedral mutó en una latin disco al aire libre. Sonaron la feminista 'Las de la intuición' y las politoneras 'Loca' y 'Loba' con 'Shaki' emulando a una Beyoncé tribal, aullando entre columnas de humo y agitando la melena como una leona en San Mamés. Después llegó 'Ojos Así', que dramatizó con danza del vientre -por momentos fue más divertido ver a las imitadoras de la grada-.


Tras poco más de una hora, Shakira desapareció. Todo el mundo sabía que regresaba. Lo hizo con un vaporoso traje azul Bilbao eléctrico para coger aire con 'Antes de la seis'. Cayó nieve de algodón en el inicio neoclásico de 'Hips Don't lie'. Un vídeo de niños sudafricanos introdujo el obligado postre del 'Waka Waka', que bailó con las fans seleccionadas, y lluvia de confeti. Shakira ya estaba dentro de la furgoneta con las lunas tintadas anexa al escenario mientras la Catedral aún seguía de fiesta. La Loba había triunfado en la leonera.


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