miércoles, 11 de mayo de 2011

«El césped pide mucho cariño»

Cengotita, empresa del Duranguesado fundada a principios del siglo XIX, es la encargada de cuidar la hierba rojiblanca


JAVIER ORTIZ DE LAZCANO | .-


Hay veces que el porvenir de una persona llega forjado en sus genes. Le ocurre a Roberto Cengotita, aunque sea incapaz de precisar el árbol genealógico. «¿Cuántas generaciones? Serán seis o siete y luego vendrá mi hijo», responde cuando se le cuestiona por los antecedentes de la empresa Cengotita. Él es gerente de esta firma que trabaja con jardines desde su fundación en 1819 en Zaldibar, aunque su sede actual está en Abadiño, otra localidad del Duranguesado.

Tras un experiencia previa de dos años, la compañía se hizo cargo hace un década del cuidado del césped de San Mamés y de los campos de Lezama. Antes se encargaban también del 'pasto' del Mallorca, aunque lo han tenido que dejar por las deudas del club balear. Cengotita relevó a una empresa madrileña que asumió esta función después de que lo dejara la familia Viteri, dueña de una pequeña firma de jardinería, que cuidó la 'alfombra' rojiblanca cuatro décadas.



Roberto Cengotita es quizá el socio rojiblanco que menos partidos ve en casa. «Desde hace cinco años no voy al campo, y por la tele sólo sigo los partidos en primavera y verano». Eso sí, en la última andadura europea del Athletic no se perdió un encuentro lejos de 'La Catedral'. «Sufro demasiado comprobando cómo se estropea el césped, sobre todo en invierno», explica. Deja la sensación de que se toma su trabajo con la solemnidad de un sacerdote egipcio. En su oficio el sueño es dar vida a un campo impecable. No tanto por el valor de la obra, como porque lleva la traza personal de quien lo ha hecho.

Cengotita lo tiene claro. Los dos ingredientes claves son el mimo y la dedicación absoluta. «Es un trabajo de artesanía. Hay que darle mucho cariño, disfrutar de lo que haces y estar atento a muchos pequeños detalles». Los mayores tembleques se los lleva en la estación invernal, cuando la hierba se limita a sobrevivir, incapaz de ganar un milímetro de altura por el frío. En primavera y verano es otra cosa. El verde renace y obliga a tres cortes semanales, uno de ellos el día del partido.

«Horno y nevera»

Uno de los asuntos que más orgullo provoca a los hinchas rojiblancos es que disfrutan de un campo de estilo inglés, con las gradas muy metidas en el terreno. Éste es, sin embargo, el principal reto para Cengotita. «Es un horno en verano y una nevera en invierno. En verano te entra el sol y tienes hasta 50 grados, y en invierno llega a bajo cero, cuando la temperatura ideal para la hierba es 15 o 20 grados. Es un campo muy cerrado, sin ventilación. Hay zonas, como la norte, que sólo reciben el sol a la tarde. En invierno te entra el frío con un par de heladas y no hay manera de quitártelas de encima. En este trabajo además de ser bueno, hay que tener suerte, sobre todo con el tiempo».

Las calamidades no sólo llegan desde el cielo. El momento de mayor presión se vivió en 2009, cuando hubo 36 horas para cambiar el césped entre el concierto de Bruce Springsteen y el entrenamiento oficial previo a la eliminatoria de acceso a la Liga Europa ante el Young Boys. Cengotita lleva la cuenta de todas las vicisitudes que ha vivido en el campo con memoria de elefante. Aquella peripecia la recuerda al detalle. 150 personas debían colocar a contrarreloj los tepes que llegaban desde Holanda en 25 camiones frigoríficos, a cuatro grados. Pero durante unas horas se sintió el hombre más desdichado. «Dos vehículos se perdieron en París». Llegaron a Bilbao unas horas antes del partido. «Había que colocar 7.500 metros de hierba y aquellos fueron los últimos 200. Se pusieron el mismo día del encuentro por la mañana».

Césped francés

Aquel césped era holandés. El actual es francés, de Las Landas. La tecnología ha avanzado. Hay clubes, como Madrid, Villarreal, Espanyol y Barcelona, que han comprado una instalación que les permite calentar el césped en invierno. Sin embargo, la inversión y el consumo anual de electricidad se disparan. Un millón por la maquinaria y 200.000 euros en facturas a la compañía eléctrica.

En San Mamés la clave es la ternura con la hierba. Un operario atiende el terreno a diario y, cuando hay partido o entrenamiento, hay un refuerzo de una cuadrilla de media docena de personas. Según se retiran los jugadores, saltan al campo con la misión de 'taquear', colocar en su sitio los trozos de césped que se levantan. Trabajo minucioso. Les lleva en torno a ocho horas. Todo por dejar el terreno al gusto del entrenador. En Bilbao no hay caprichos. Todos los técnicos que han pasado por 'La Catedral' en la última década han pedido lo mismo: hierba corta, tupida y regada, que el balón corra rápido. Así ha sido siempre en un estadio que luce orgulloso su condición de presentar uno de los mejores 'pastos' de la Liga


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